Cree en lo que late cuando duermes...

Para Manu nada era casual, solía manifestarlo con regularidad, y tenía el convencimiento de que todas las personas a las que se sentía particularmente conectada, no sólo sus padres o su compañera de trabajo, sino también aquellas caras que conformaban su rutina como el señor del quiosco o el portero del colegio de su pequeña cuando llegaba pronto y las de varios papás cuando se retrasaba, o el camarero donde tomaba su tentempié a media mañana... Manu sabía que todos esos rostros que identificaba con claridad, no dibujaban su día a día por mera coincidencia sino que existían porque debía aprender mucho de ellos e intercambiar experiencias, en definitiva, ser capaz de verse en sus retinas y desvelar la mejor versión de sí misma, eso que tantas veces escuchó llamar "la luz interior".

Modelo: @nicole_blanc

 Manu adoraba conocer a gente nueva y siempre estaba dispuesta a compartir. Pero precisamente observando a aquellos que eran parte de su vida diaria, en su empatía mutua y acercándose a manos llenas a ellos, justo así Manu era capaz de ver su propio reflejo, aquel que la recordaba quien era, procurando vivir cada situación con presencia, muy atenta a todo cuanto sucedía sin pestañear. Crecer. No olvidarse de su yo desde afuera hasta dentro. Cuidarse, mimarse... no fuera a ser que un día no se reconociera en el espejo, ni tan siquiera ser capaz de distinguir ese brillo que hace tan especial a cada individuo. Un escalofrío recorrió su cuerpo... ¿y si se dejaba de sentir? Empezaron a molestarla los zapatos, la apretaban, se descalzó. Respiró profundo, apoyó su sien en el cristal frío.

Manu adoraba amontonar palabras sueltas y de vez en cuando frases que escribía en servilletas de papel, en un trocito de cartón o con dificultad en el papel térmico de algún ticket de compra. Cuando encontraba su tiempo para recolectarlas y sentada en el suelo las iba disponiendo como si fuera un puzzle, muchas de ellas parecían inconexas pero Manu tenía la certeza que un día encajarían a la perfección. Si en algún momento se visualizaba publicando una obra, había algo que siempre coincidía, la sucesión de capítulos eran nombres, nombres propios como Luis, Sara, Marcela o Mamá. Capítulos de vida, la suya propia, en el reflejo de todos esos cristalinos. 

Cada pedacito de aquel mapamundi de letras se la antojaban a Manu como trocitos de ilusiones que podría necesitar en cualquier momento del día, no siempre se desplegaban a la vez pero no tenía duda que estaban. La ilusión es frágil y se rasga con facilidad como el papel. Hay que descubrir cómo rearmarla para no quemarla. Cuidarla, mimarla... cuando la ilusión se rompe la esperanza muere y eso Manu, no lo iba a permitir. 


Fijó la mirada en uno de esos recortes, leyó: Cree en lo que late cuando duermes.

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