Rosa de los vientos...

A Manu, a veces, le costaba caminar sola… Perdía concentración y olvidaba el sonido de la voz de Luis, su fuerza al sujetarla cuando le recordaba la seguridad que ella albergaba en su interior. Ella sabía que uno no podía vivir sin una rosa de los vientos en el corazón, pero los pensamientos la traicionaban… No era capaz de dibujar la senda a su paso.

Era un atardecer precioso, el romper de las olas la inundaron y el mundo exterior parecía desaparecer… Se adentró en las dunas, subía y bajaba entre el pasto en busca de la duna más alta para discernir dónde estaba el Norte porque se sentía sola y esa angustia no la permitía disfrutar de tanta hermosura… Entonces paró, retrocedió sobre sus propios pasos y dejó que los últimos rayos de sol colorearan su piel… Se entregó a la luz que tan bien conocía, se emocionó recordando quién era e imaginó… ¡Sonrió y dejó su mente volar!
Hay una frase de Goethe que dice: “La libertad es como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días”.
Ser uno mismo… SER.

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